La política tiene estas cosas, unas veces se gana y otras veces se pierde. Unas veces estas entre los que manejan los hilos del poder, tanto interno como de la política nacional, y al día siguiente eres un militante de a pie. A pesar de que tus ideas y proyectos sean mejores que los de tu contrincante o enemigo político. El juego político no entiende de proyectos ni de ideologías solo entiende de la cantidad de apoyos que cada uno tiene en un momento concreto.
Y eso es lo que le ha pasado a Zaplana, que de estar en la cresta de la ola en la política nacional y en su partido, se quedó reducido a “diputado de a pie”, según sus propias palabras, tras perder su partido las pasadas elecciones generales. Su historia cercana es la de un perdedor. Postergado por su delfín en Valencia, Francisco Camps, que ha ido eliminando poco a poco todo vestigio de los aliados de Zaplana en la Comunidad Valenciana Tuvo, incluso, problema de encaje en la listas de las pasadas elecciones generales, cuando Camps le negó la posibilidad de incluirle en las listas de la Comunidad Valenciano y finalmente se le tuvo que hacer un hueco en Madrid.
Y se va, Zaplana, con resentimiento, “después de los importantes cargos que me ha ofrecido mi partido”, sabedor que ha sido el primero de una purga que Mariano Rajoy pretende hacer dentro del P.P. y que tras él han empezado a caer todos aquellos que pueden estorbar a Rajoy en su objetivo de hacerse con el control total de partido y afianzarse como candidato en las próximas elecciones; Pizarro, el gran mirlo blanco convertido hoy en diputado de a pie, Pujalte, Costas, etc..
Creo que con la huída de Zaplana va a ganar la política en general. Se va un personaje chulesco, con pinta de matón de barrio, más próximo a la política mafiosa italiana que de los grandes personajes que dignificaron la política con su actuación ejemplar. Un personaje insultante que ha protagonizado los espectáculos más escabrosos de la andadura parlamentaria de la anterior legislatura, defensor a ultranza de la teoría de la conspiración, al que no le ha importaba mentir de manera descarada, con tal de conseguir sus objetivos políticos.
Nos deberíamos de alegrar del abandono de la política de personajes como Zaplana, que representa los aspectos más negros, tenebrosos y negativos de lo que deber ser la función política, una digna función que personajes como Zaplana no hacen sino ensuciar y denigrar, si no fuera porque por cuando lo hacen, es para enriquecerse en la empresa privada, tal como lo han hecho otros de su misma categoría como Rodrigo Rato que anda enriqueciéndose por irse sentando unos ratitos en consejos de administración y cosas parecidas. Es una vergüenza que este personaje cambie el sillón de diputado por un sueldo de un millón de euros, aunque más vergüenza es para quien le paga ese salario, cuando dentro de poco esos mismo empezarán a exigir moderaciones salariales para salir de la crisis.
La noche de los cuchillos largos, en el P.P., no ha hecho más que empezar, de aquí a junio encontraremos más cadáveres por el camino.
Salud, República y Socialismo.