Al contrario que Almudena Grandes yo no fumo, pero al igual que ella pago mis impuesto, no he cometido nunca un delito y solo tuve un accidente de tráfico en mi juventud. Tengo más de cuarenta años de cotización a la Seguridad Social por lo que creo que me he ganado que ahora la sanidad pública se ocupe de mi corazón. Sin embargo ni fumo ni soy un intolerante social
Admiro a Almudena Grandes como escritora y la respeto por su compromiso social pero creo que hoy ha escrito su columna “Fumo” desde la visceralidad. Creo que se equivoca cuando afirma que “los fumadores nos hemos convertido en un factor de alarma social capaz de absorber la ira y la frustración de quienes han hallado en nosotros el único límite de su tolerancia.”
Creo que la sociedad española ha asumido la nueva ley antitabaco son serenidad y con grandes dosis de complacencia y aceptación. Evidentemente las palabras de la ministras fueron desafortunadas, pero salvo algún energúmeno, y los hay en todos lados, algún fumador que por narices tiene que fumar donde no debe a pesar de la prohibición y algún no fumador excesivamente quisquilloso, el resto de la sociedad ha aceptado la nueva ley con naturalidad. Lo de los empresarios es cosa aparte. Allá ellos con sus actitudes, son conscientes de lo que puede suceder con su insumisión. Y nadie denuncia a nadie. Es comprensible que si un fumador se pone borde e intenta fumar donde no debe, el empresario de cuenta a la autoridad para evitar que la sanción recaiga sobre él.
No creo que haya ninguna caza de brujas, sino una reforma de ley que corrige las deficiencias de la anterior ley, porque no preservaba con garantía los derechos de los no fumadores ante el oportunismo de las comunidades presididas por el P.P., que en lugar de defender los derechos de los no fumadores intentaban hacer oposición política al gobierno a través de la ley y porque muchos pequeños empresarios se veían coaccionados y permitían fumar en sus locales ante el temor de perder clientes, porque el local de al lado si lo permitía. Los perjudicados de esa situación los no fumadores. Ahora todos están en igualdad de condiciones.
Estoy de acuerdo con Almudena en que quizá se haya eliminado el único sitio donde se cumplía con exactitud la anterior ley, en los aeropuertos. Almudena está su derecho a seguir fumando todo lo que quiera, pero no en los lugares públicos cerrado. Yo no entiendo que un bar o un restaurante tenga que tener tratamiento distinto a cualquier otro centro de trabajo, una biblioteca, un museo o un cine en una sesión para adultos, por poner un ejemplo.
En todo caso me quedo con la argumentación de Escolar en su “Siete falacias pro tabaco” y que reproduzco a continuación:
1. El Estado no es quien para decidir de qué me quiero morir. Pero sí lo es para proteger a los que no fuman y mueren por el tabaco ajeno. Cada año, entre 1.300 y 3.000 fumadores pasivos fallecen en España como consecuencia directa del humo del tabaco, según varios estudios médicos. Los más afectados son los trabajadores de la hostelería.
2. Es la ley más restrictiva de Europa. Es casi idéntica a la de Irlanda, Italia y Reino Unido, y muy similar a las que aprobarán otros países para cumplir con la política antitabaco de la UE.
3. Es una cortina de humo del PSOE para esconder la crisis económica. Pues fue negociada con el PP y aprobada por consenso, con el apoyo de la práctica totalidad del Congreso.
4. ¿Y por qué no se persigue el humo de los coches? Sí se persigue, aunque sea poco: hay controles sobre el nivel de emisiones en cada revisión de la ITV. Que un problema aún no esté resuelto no impide luchar contra otro (y tampoco puedes entrar en un restaurante con el coche encendido).
5. Es una ley hipócrita porque el Gobierno prohíbe el tabaco, pero cobra impuestos con él. El tabaco no está prohibido: se puede fumar en el 99% del país (al aire libre y en cualquier casa). También pagan impuestos los automóviles y no por eso se puede conducir por la acera atropellando peatones.
6. Va contra la libertad, la convivencia no debería basarse en prohibiciones. Pues todo nuestro sistema legal se basa en ellas y tu libertad termina donde empieza la de los demás. Como ironiza un amigo, “¿te molesta que coma mientras fumas?”.
7. Los bares no son un servicio público; el que no quiera fumar, que no entre. Los bares también son un centro de trabajo: el de los camareros. Y como dice Isaac Rosa, este argumento es reversible: el que quiera fumar, que se vaya fuera.
Salud, República y Socialismo.