viernes, 1 de enero de 2010

Crónicas berlinesas (4)

Mercadillos, petardos y nieve.
Las navidades en Berlín tienen algunas particularidades interesantes, sobre todo comparadas con nuestras latinas costumbres.

La primera son los mercadillos. Todo barrio que se precie tiene su particular mercadillo navideño. Pero no un mercadillo nuestra usanza donde todo gira en torno a la Navidad con múltiples puestos de cacharrería belenistica y de adornos de Navidad. No, aquí los mercadillos están hechos para comer, beber y comprar cualquier cosa que se te pueda imaginar, desde un sombrero hasta un artículo de ferretería, pasando por piezas de artesanía o diseño. Y es que los berlineses son, al igual que nosotros, muy amantes de la calle y por eso en los mercadillos puedes comer y beber casi de todo, pero sobre todo salchichas y vino caliente con un toque de canela. Pero no crean que aquí van en plan Gallardón tirando el dinero en luces de Navidad que se cambian todos los años. Aquí son pocas las calles que se iluminan, por si Berlín es una ciudad poco iluminada, y repiten las luces de un año para otro. Hay que ahorrar que estamos en crisis.

Y reciben el nuevo año sin comerse las doce uvas, que raros verdad, pero en la Puerta de Branderburgo se reúnen cientos de miles de berlineses para despedir el año, en medio de actuaciones musicales hasta altas horas de la madrugada. Y cuando dan las doce se ponen a tirar cohetes y petardos como si fueran valencianos. Cientos de miles de petardos y cohetes en todas las calles de Berlín. Berlín se convierte en una inmensa mascletá y no paran hasta que o se ilumina el nuevo día. Da igual que llueva, nieve o escampe, los cohetes y petardos se hacen explotar.

Y hablando de nieve, cuando nieva, nieva. No como en Madrid que caen cuatro copos y pensamos que ha sido la nevada del siglo y se piden la cabeza de los políticos de uno u otro bando. Da igual la nieve que caiga, Berlín no se paraliza, continua funcionando como si nada, el transporte público funciona, las bicicletas siguen rodando por las calles y las quitanieves, grandes o pequeñas, hacen su labor. Las grandes limpian las carreteras y las pequeñas las aceras y si no el vecino quita la nieve de su portal con una pala. Y nadie pide dimisiones, porque no hay nevada que paralice Berlín. Y quienes no se paran son los niños. En cuanto la nieve cubre el suelo sacan los trineos ya deslizarse por la primera cuesta que encuentran. Y no se cansan, desde que amanece hasta muy después de anochecer hay niños con sus trineos disfrutando como si estuvieran en una estación invernal.

Pues eso, que hay que venir alguna vez a pasar el solsticio de invierno a Berlín y si nieva mejor.

Salud, República y Socialismo

3 comentarios:

Felipe Medina dijo...

Antonio,muy buena crónica de tu viaje a Berlín y estupendas fotografías

Un abrazo

m.eugènia creus-piqué dijo...

Caramba, que fiestas tan hermosas en Berlín, me encantan los mercadillos y si hay comida mejor que mejor, la nieve tambien me gusta,has pasado un fín de año fantástico, para repetir, quizas me apunte contigo el que viene, tiene sitio tu hijo ? Berlín es una ciudad que me atrae pero no la conozco.Pues que sigas pasándolo bien y mandando crónicas.Küsses.

severino el sordo dijo...

Ya veo que has recibido el año nuevo de la mejor manera,eatupenda cronica nunca lo hubiera pensado de los alemanes,tanta calle y lo de los petardos,¡¡¡Feliz año 2010¡¡¡¡

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