martes, 13 de octubre de 2015

Todos llevamos mochila

La mochila se ha convertido,  para algunos,  en un lastre para poder ser compañeros de viaje  en las elecciones generales de próximo 20 de diciembre. Lo que no se dan cuentan o no quieren reconocer es que todos llevamos una mochila colgada de los hombros.  

El problema de las mochilas no son el continente si no el contenido que cada uno lleva dentro de ellas. Algunos parece que ponen el énfasis en la mochila para no tener que hablar de lo que llevan en la suya. Las mochilas representan la trayectoria de cada uno a lo largo de su vida. Las mochilas no son un lastre, no pesan, porque los valores, si son positivos son ligeros como el humo. Lo que es pesado como el plomo es la incoherencia, el oportunismo, la egolatría, sentirnos superiores a los demás y creernos el ombligo del mundo. Yo estoy orgulloso de mi modesta mochila y no pienso desprenderme nunca de ella. Porque representa ese granito de arena que hizo posible la transición de una dictadura a una democracia, aunque sea imperfecta, y por que ese granito de arena, junto a otros muchos, fue lo que hizo posible conseguir todas las conquistas sociales que en estos últimos cuatro años el PP se ha encargado de eliminar.
Puestos a elegir a mi me gustan las mochilas de Cayo Lara y de Alberto Garzón. La de Cayo Lara porque está llena de honestidad, de coherencia y de generosidad. De generosidad porque después de levantar Izquierda Unida del hoyo en que estaba metida ha sido capaz de dar un paso atrás para que IU pudiera llevar a cabo el cambio necesario para seguir siendo una organización útil a la gente. 

La mochila de Garzón
La de Alberto por su implicación en el 15M y porque recoge en su hacer político el espíritu de ese movimiento político social. Porque su mochila está cargada de firmeza ideológica y no se puede ir por la vida adaptando los principios al vaivén de las posibilidades electorales. Las ideología tiene que tener un importante componente didáctico para intentar convencer a la ciudadanía de cual es el camino más coherente para conseguir su emancipación. Me gusta la mochila de Alberto por su compromiso con la organización y su firmeza para resistir ante los envenenado cantos de sirena. Uno no está en una organización política para disfrutar de los momentos de gloria, también tiene que estar, con más motivos, en los momentos de retroceso para trabajar con, mas ahínco aún, por superar los problemas y devolver la organización a la posición política que le corresponde. Me gusta su mochila por su Marxismo, con mayúsculas, de Carlos porque por mas que le pese a muchos, el Marxismo sigue y seguirá estando vigente mientras sigan existiendo las graves diferencias sociales actuales. Me gusta su mochila porque su liderazgo está puesto al servicio de la sociedad y no al contrario y me gusta también su mochila  porque representa lo nuevo y esta comprometido con terminar con los vicios de la vieja política, que no tienen nada que ver con la edad, si no con formas de hacer política que ya no caben en los momentos actuales.

Pero hay otras mochilas que no me gustan. No me gustan las mochilas que están vacías o las que están llenas de humo, porque si están vacías es porque no has aportado nada, no ha habido compromiso alguno en tu vida y si están llenas de humo significa que tu trayectoria ha sido nada mas que un engaño. O que están llenas de Marxismo pero de Groucho. De ese marxismo que se jacta de tener unos principios pero que si no gustan se puede cambiar por otros. No me gustan las mochilas llenas de ambigüedades, porque se intenta contentar a todos con el objetivo de obtener el poder y eso no es honesto. No me gustan las mochilas llenas de egolatría y endiosamiento porque lo hiperliderazgos se terminan convirtiendo en pequeños dictadores que piensan que todo está a su servicio y no él servicio de la sociedad. No me gustan las mochilas llenas de oportunismo y populismo porque a mi me gusta que los políticos sean coherentes y no que adapten su discurso a golpe de encuestas.

Por todo esto considero que es falso y manipulador el discurso de ir a la política sin mochila, porque todos tenemos la nuestra. Cargada de valores y  el problema no son los valores sino las características de los valores que llenan nuestra mochila. Hay valores buenos que nos proyectan si los llevamos en nuestra mochila y valores malos que son una rémora y un freno para trabajar en la solución de los problemas sociales, si se han colado en la mochila. Quien renuncia a su mochila es posible que sea porque no le gusta mucho o porque teme que a la gente tampoco le guste.

Nota
Me decidí escribir esta entrada después de leer el artículo de Isaac Rosa en El Diario.es, La mochila de Garzón, la mochila de Iglesias,  que recomiendo.

Salud, República y Socialismo

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