jueves, 23 de agosto de 2012

Ahogada en un mar de fundamentalismo

Estos días se ha hablado de la atleta somalí Jamia Yusuf,muerta en un cayuco cuanto intentaba llegar a Europa para participar en los Juegos Olímpicos de Londres.

La notoriedad de  Jamia se hizo evidente en los Juegos Olímpicos de Pekín cuando entró a más de 10 segundos de la primera clasificada en una de las rondas clasificatorias  de 200 metros. Su ilusión era intentarlo de nuevo en los pasados JJ.OO. de  Londres. Pero Jamia se topó con la intransigencia del gobierno fundamentalista islámico de Somalia, para quienes las mujeres tienen menos valor que las cabras y son discriminados y objeto de todo tipo de represiones y marginaciones.

Jamia Yusuf Jamia no se acobardó y continuo entrenando en solitario y a escondidas  de los represores ojos de sus gobernantes, que no entienden en la igualdad entre géneros y en el derecho de la mujer a poder hacer deporte y mucho menos practicarlo sin cubrirse el cuerpo por completo. La entereza de Jamia le llevó a vender sus escasas posesiones y aventurarse a un viaje sin retorno para llegar a Italia, donde poder entrenarse debidamente y conseguir el pase a los juegos olímpicos. El mar se trajo sus sueños. Se supone que en el mes de abril murió ahogada cuando intentaba llegar a Italia en un cayuco.

Jamia ha sido victima de la pobreza del tercer mundo, la pobreza que impide desarrollarse intelectual y físicamente a millones de personas, pero sobre todo ha sido victima del fundamentalismo religioso, sin el cual posiblemente hubiera podido alcanzar su sueño. Victima como lo son millones de mujeres que viven bajo el jugo de la opresión religiosa, principalmente islámica. Victima como todas esas mujeres a las que sus teocráticos dirigentes les obligan a practicar deporte con yihad mientras que los deportistas masculinos lo pueden hacer en ropa deportiva. Victima como la atleta tunecina Habiba Ghribi, primera mujer de Túnez que consigue una medalla olímpica. Pero cometió un pecado, correr los 3000 metros con el atuendo normal de cualquier fondista. Y para los retrógrados fundamentalistas islámicos eso la convierte en una puta, lo mismo que a la judoka de Arabia Saudí Wojdan Shaherkani a la que obligaron a competir con una especie de gorro de baño o a la afgana Tahmina Kohistani, que compitió  con yihad y fue   considerada una "vergüenza nacional" en su país.

Todas ellas se han ahogado en un mar de fundamentalismo, una físicamente como Jamia y otras síquicamente por la intransigencia que hacia ellas provocan sus retrógrados dirigentes.

Queda mucho camino por recorrer y no parece que ni siquiera la “primavera árabe” se lo ponga fácil a las mujeres. En Túnez,  donde la mujer ha gozado de derechos como el divorcio, el aborto y la igualdad con respecto al hombre, ahora se pretende legalizar que su papel en la nueva sociedad tunecina es complementario al del hombre. Estos días hemos visto también como las mujeres egipcias son acosadas, nada mas acabar el Ramadán, por hordas de hombres excitados por un mes de ayuno y abstinencia sexual. En el resto de los países de la  “primavera árabe”  las mujeres las ocultan tras el oscuro velo del yihad.

Mientras el fundamentalismo religioso siga considerando a la mujer complementaria del hombre y en el peor de los casos tan solo un objeto reproductor, muchas mujeres continuarán ahogándose en un mar de fundamentalismo.

Salud, República y Socialismo

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se llamaba Samia, no Jamia

Anónimo dijo...

Ah, y yihad es otra cosa, supongo que te refieres al hijab; el pañuelo como el que sale en este vídeo:
http://www.youtube.com/watch?v=1pJM6PatinI

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