No es la primera vez ni desgraciadamente será la última, pero el mundo se debería de avergonzar cada vez que sucede un caso como este. Porque el asesinato por pederastia legalizada debería sonrojar a cualquier dirigentes político mínimamente democrático, pero a lo sumo es motivo de una columna periodística.
El último criminal hecho de este tipo ha sucedido en Yemen, país islamista donde se aplica la shaira y esta legalizado el matrimonio de niñas menores de edad con energúmenos que les cuatriplican la edad. El resultado es que una niña de 8 años ha muerto, en su noche de bodas, a consecuencia de graves lesiones internas tras ser agredida sexualmente por su marido de 40 años.
Aquí hay dos clase de bárbaros criminales. Primero los padres, por entregar a un pederasta a su hija para que la viole y segundo el pederasta, que gracias al fundamentalismo islámico puede cometer un delito de manera legal. Tan culpable es quien realiza la agresión como quien permite que se realice. Y no es una manía mía contra el fundamentalismo islámico, que también. En febrero de 2009, en Yemen, se aprobó un ley que establecía la edad mínima del matrimonio en 17 años. Pues bien, esta ley fue revocada por ser considerada anti-islámica.
No es solo una aberración religiosa, es además una aberración humana y social entregar una niña a un pederasta para que sea violada legalmente. A esa niña, en el mejor de los casos, no solo se le roba y destroza su infancia, se le roba y se le destroza toda su vida. Una aberración que es difícilmente comprensible desde cualquier punto de vista.
En un país donde se asesina legalmente a los homosexuales y lesbianas por el mero hecho se serlo, sin embargo se es complaciente con los trágicos resultados de la pederastia legal. Esa es una de las contradicciones del islamismo fundamentalista. Se condena la diversidad sexual y se legaliza la pederastia, sencillamente porque es la mujer quien sufre esta lacra y la mujer en el fundamentalismo islámico es una ciudadana de segunda o tercera clase y en mucho casos tan solo un objeto sexual y de reproducción.
Es una triste desgracia que la comunidad internacional permanezca impasible ante esta flagrante violación de los derecho humanos y prioricen mas las relaciones comerciales y económicas que la defensa de los derechos humanos de las personas y sobre todo de los más indefensos, los niños y las mujeres. A los ciudadanos de a pie solo nos queda el recurso de la denuncia.
Salud, República y Socialismo
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