El gobierno francés del primer ministro Manuel del Valls presentó la dimisión en bloque para sucederse a si mismo. Y no por falta de respaldo parlamentario, sino para poder profundizar con más facilidad su escoramiento a la derecha. El nuevo gobierno francés solo ha servido para echar del mismo a los discrepantes de las políticas de austeridad de Hollande y de del Valls
Eso es la socialdemocracia, ideología que en algún momento contribuyó a reducir las desigualdades sociales, pero que en la actualidad solo es útil para llevar a cabo las políticas dictadas por las instituciones económicas controladas por los mercados financieros. Francoise Hollande se ha convertido en un nuevo converso al dondieguismo, hacer promesas para ganar elecciones que luego no va a cumplir.
Hollande enarboló la bandera del crecimiento económico frente a la austeridad y los recortes propugnados por Zarkosy y por eso ganó las presidenciales francesas en 2012. Se presentó como el contrapeso a la Alemania de Angela Merkel y al final se ha rendido a sus pies, abrazando el austericidio económico impuesto por los alemanes. Todo eso tendrá como resultado el suicidio político de la socialdemocracia francesa.
No se puede alegar que es producto de los miedos o las debilidades de un determinado político, porque la experiencia de la socialdemocracia europea ante la crisis económica ha sido prácticamente idéntica en todos los países donde gobernaban. Socrates en Portugal, Brown en el Reino Unido, Papandreus en Grecia y nuestro ZP, todos ellos abandonaron su ideología e incumplieron el programa electoral que les llevó al poder. No es una crisis personal de los dirigentes, que también, es una crisis de una ideología, la socialdemocracia, que se ha rendido ante el combate con los poderosos y para tratar de mantenerse en el poder hacen las políticas que les correspondería llevar a cabo a los partidos conservadores. El problema es que los electores, ante estas situaciones, suelen preferir los originales y no las copias.
La socialdemocracia es corresponsable del desprestigio de la política y de la creación de un estado de síndrome de Estocolmo entre la ciudadanía. Porque al aceptar como propias las recetas fracasadas de la derecha, la adoración del nuevo dios, el déficit público, y la inevitabilidad de las políticas de austeridad y de recortes de gasto público, están sentando las bases para que la ciudadanía asuma que esas son las únicas recetas posibles para salir de la crisis económica. Son por tanto corresponsables de la desmovilización social ante el atraco que supone los recortes para las economías más desfavorecidas.
Por eso surgen cada día nuevas alternativas políticas a unas formas de hacer y a unas políticas que no defienden los intereses de los más desfavorecidos y por el contrario se favorece a los poderosos. Porque en Francia mientras se recortan 50.000 millones de gasto publico, se reducen los impuestos a las grandes empresas, muy parecido a lo que Rajoy hace en nuestro país. La diferencia es que de Rajoy era de esperar porque representa a los poderosos, de Hollande se esperaba, o esperaban los franceses, que cumpliera las promesas electorales que le llevaron a la presidencia francesa.
La dinámica esa de hacer políticas de derecha cuando se gobierna, pero reclamar transformaciones de izquierda cuando se está en la oposición, ya no cuela. Eso lleva al suicidio político y a la marginalidad. El PASOK griego ya es marginal, el PSOE con sus permanentes contradicciones lleva parecido camino. Ahora solo queda esperar que la verdadera izquierda sepa convertirse en alternativa de poder y cambio político y luego mantener la coherencia.
Salud, República y Socialismo.