No hay nada extraordinario en ver a dos adolescentes besarse en público. Salvo que esos adolescentes estén el momento y en el país equivocado. Eso es lo que les ha pasado a dos adolescentes marroquí.
Dos adolescentes tuvieron la feliz idea de besarse a las puertas de su instituto, el Tarek Ben Ziad de Nador, cerca a la española ciudad de Melilla. Grave error. El segundo error fue atreverse a subir la foto a Facebook. Ahora los tres, incluido el adolescente que hizo la foto, están en un centro de menores a la espera de juicio, acusados de “atentar contra la moral pública”.
Casi nadie les apoya. Desde la prensa califican de "escándalo" su actitud y de haber suscitado “la ira de los vecinos de Nador, de los padres y de los profesores de su instituto”. Todo por haberse besado en el momento y en el lugar equivocado. Lo que en cualquier país mínimamente democrático no merecería el más mínimo comentario, ni mucho menos rechazo, en el Marruecos de influencia islamista es un delito que les puede llevar a la cárcel.
Cuando la religión, es este caso el Islam, se inmiscuye en la sociedad civil puede ocurrir que besar a una chica en la calle sea un delito, pero no lo sea que el marido maltrate a su mujer o que una niña sea entregada en matrimonio a un adulto varias veces mayor que ella, legalizando de hecho el delito de pederastia. Es la hipocresía de quienes consideran a la mujer como una ciudadana de segunda o tercera clase y en otras ocasiones simplemente un objeto sexual y de reproducción.
Pero no nos engañemos la discriminación y la marginación no es exclusiva del fundamentalismo islámico. Las religiones se crearon para dominar las voluntades de las personas, para imponer una personal y retrógrada moral al resto de la ciudadanía y para mantener la dominación de un sexo sobre el otro, el de hombres. La iglesia católica pretende imponer su moral sobre cuestiones como la educación o el aborto al conjunto de la ciudadanía mientras los judíos imponen la segregación de sexos en el transporte público, por poner tan solo dos ejemplos de los excesos de las religiones sobre la ciudadanía.
Pero independientemente de consideraciones religiosas, es una tremenda barbaridad que dos adolescente puedan ser condenados a dos años de cárcel por el inocente hecho de haberse besado en público. Eso me retrotrae a la negra y larga noche de nacionalcotolicismo en la que las dobles morales eran la realidad cotidiana de una sociedad que imponía en público una moral, que en privado era quebrantada de manera cotidiana por los poderosos.
Salud República y Socialismo.
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